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martes, 9 de julio de 2013

Con ojos y mirada de sibila...

Este es un poema dedicado e inspirado en el siguiente retrato de la gran poeta mexicana Lillian van den Broeck, a quien considero una de nuestras poetas mayores, y tengo en altísima consideración, como se puede deducir de su lectura. Homenaje y reconocimiento, el poema hace referencia al momento en que nos conocimos, hace unos 17 años.



Con ojos y mirada de sibila
el mundo es contemplado atemporal
como esa noche primordial y muda
en que todo creado fue y no había
aún palabras ni conciencia alguna
del milagro que allí, en esos ojos
de amapola y de sol, de eternidad
contemplados, apenas comenzaba
a ser y a nombre dar a cada instancia
que en pupila de amor y luz y versos
se conjugaba y era espacio para dos.
Auroras como manos temblorosas
a cada instante daban ser y nombre,
secreto abrazo del milagro todo
en humedad vestido y renovado,
y engendrado de toda luz futura
y toda desnudez desprotegida,
aliento todo de tu aliento y ser,
de tierra fértil y de luz envuelto
como una lenta lava y cicatriz
que a toda tierra nuevo nombre diera
y a cada día un templo y un silencio.
Todo pasado, es, y en ti, promesa
de ese murmullo que sólo es dicho
por besos hechos manos y mutismo,
de arenas milenarias y de tiempo,
de aquello que es milagro conjugado 
y espejo de silencio escrito en flor.
A cada paso veo el fiel retrato
que en improbable blanco y negro colma
la memoria y la llena de esa voz
que alguna vez eternidad sembró
y compañera noche del abrazo,
entera fruta y desnudez vivida,
inolvidable numen que alimenta
la venerable forma en que la tierra,
a cada instante, testimonia y canta
y entona la mañana de tu ausencia.
Así es como se erige la memoria
que en canto nemoroso se silencia
y hace himno, estela y maravilla 
memorante, tatuaje del almario
que tu nombre llevar quisiera, joya
de luz y de humedad y amanecer.
Así es como se ve pasar el tiempo
desde lo atemporal en donde estás 
y desde donde nacen las calandrias 
y su elevada geometría indócil, 
álgebra demudada que me nombra
y me hace y deletrea cada vez
que al mundo das sentido con un beso,
con ese Verbo y vientre que es del mundo
vegetación, abrazo y dulce entrega.
Oh, sibila, amor de eternidad,
que tu cuerpo crisol sea, abierto
refugio donde llegue cada alba
como verdor de lo que nacer debe,
y así el ritual se cumpla donde tú eres
y todo sea contigo, menos yo.

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