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sábado, 18 de agosto de 2012

Mortuus est Philippus Rex

“Las noticias para el Imperio no podrían ser más desalentadoras: al rey Felipe, conocido entre sus súbditos como El Prudente, no le quedan más de tres meses y medio de vida. Se sabía que su estado de salud no era el óptimo, y sus constantes visitas al néctar de Baco eran entendidas como un remedio para sus males, pero finalmente estos han vencido. Fue en los hechos el único enemigo que pudo derrotarlo, pues en todos los demás terrenos donde se le vio entrar en fiero combate victorioso salió. El pueblo entero está desolado. Hasta sus enemigos, los temibles moros, a quienes combatió sin descanso desde el primer día de su mandato, no pueden creer la noticia.

A más tardar el 1° de diciembre por la mañana entregará su alma y cuerpo al Dios por el que combatió a los infieles y salvó a su pueblo. Pero este rey prudente y sabio supo que este día llegaría, y ahora sabemos que durante su reinado llegó a hacer hasta dos simulacros de solemnes ceremonias funerales de subalternos suyos, que en realidad fueron preparativos para el suyo propio, el cual se llevará a cabo el primer día de diciembre.

Las tribulaciones que durante su sabia y generosa gestión lo acompañaron dejaron huella en su público proceder, como lo atestiguan múltiples y significativas imágenes que el pueblo seguramente atesorará como si de reliquias de un santo se trataran, como en cierta forma lo será a partir de su desaparición. Patrono de las artes, y en especial de las Letras, sabemos que en le célebre batalla de Lepanto no pocas gloriosas plumas fueron puestas a prueba, y pese a las pérdidas originales, muchas de ellas se crecieron al castigo y mantuvieron su fe en la sabiduría de su general en jefe, y por eso lo alabaron en todo momento, sabedores de que no podía fallarle a la nación en hora tan aciaga para el destino del país.

Algunos medios ya han preparado, anticipando el día de tan funesta hora, las portadas con que engalanarán sus ediciones de ese día, aprestándose a recoger lo mejor de esta gran nación para recordar a su prócer más alto y noble, aquel que salvó a la patria del influjo maligno de los moros viciosos e idólatras, a quienes por ninguna razón habrá que darles la espalda, incluso en un momento como el que embarga ahora a todo el territorio del imperio. ¡Oh, Felipe de Jesús, como bien hiciste en llamarte, que llevas la sangre del redentor en tu nombre y en tus manos y la dejas entre nosotros como imperecedero recuerdo de tus hazañas, nos dejas un país mejor, el cual sabrá honrar tu memoria! ¡Que la Patria te salude!”



Mortuus est Philippus Rexet fleverunt eum omnis populous planctu magnoet lugebant dies multos, et dixerunt:Quomodo cecidit potens, qui salvum facebiat populumIn exequiis Catholici Regis Philippi ijValencia, 1598 [Ha muerto el rey Felipey el pueblo entero le llora con gran dolory muchos días se han lamentado, y han dicho:“¿Cómo es que ha muerto el poderoso, el que había salvado a su pueblo?”]


Ha muerto el rey Felipe, el Prudente,
y bajo su mandato un más alto sino cumplido ha
dejando al pueblo por herencia vuestra majestad
y la conquista nuevamente de Su reino
ya no más por salvajes moros drogados
e infieles luteranos amenazado.

Dejó tras de sí un reino en sangre unido,
con fe y en esperanza renovadas de un mejor futuro
sabiendo que la unión de la patria asegurada queda.
Maestro y protector de las artes y humanista sin par,
un día se dirá que nos legó un siglo de oro y renacer,
y habrá Lepantos a granel que poetas canten,
y loas recordando su gestión y entrega
dando cuenta de su empeño intelectual
hacia un gremio que supo preservar
en su memoria y proceder la bien ganada gratitud
del que todo dio sin aguardar
más que el honor del buen actuar y el mejor decir.
Un día otro Cervantes su empeño
y su memoria con su obra honrará.

Vuestras exequias, oh magnánimo Felipe emperador,
recordadas de una generación a otra serán,
y tu reinado señalado con el purpurado laurel
con el que soñaste, y tu nombre recordado por haber
a tu pueblo dado, generoso, el triunfo sobre huestes enemigas
que por acechanzas y tentaciones no cejaban.

¡Has muerto, rey Felipe, Señor de la sangre!
¡Que la patria dé a tu nombre fiel memoria,
y el pueblo en cada hijo suyo te salude!

Nota: el poema toma el título del gran motete a siete voces del mismo título, obra de Ambrosio Cotes (c. 1550-1603), presumiblemente interpretado en El Escorial a la muerte en 1598 del rey Felipe II, quien con sanguinaria fuerza luchó contra los árabes en Granada y los turcos en Lepanto en defensa de la fe católica y su ortodoxia. Se le llamaba, en efecto, Felipe el Prudente. Sin muchas bases, se le considera un patrón de las artes musicales, aunque en realidad podría deberse a su celo guardián por controlar todo lo que sucedía en territorio español por su deseo de mantener vigentes los acuerdos a que el Concilio de Trento había llegado.